sábado, 26 de diciembre de 2009

NAVIDAD ANDINA

Perú Inka Runapacha




Negrillos de Huanccaray, Andahuaylas diciembre 2008

País complejo el nuestro, por múltiples razones. Un casocercano: la celebración de la festividad navideña.
Comercializada al máximo en las zonas urbanas, fiesta decomerciantes y del dinero, donde poco importa el recuerdo de queen fecha más o menos próxima, hace 2009 años, nació en un humilde pesebre de Galilea un hombre que por amor a sus ideales habría de morir asesinado por los poderosos de entonces.

Pero no son días de agobiante propaganda comercial en el otro Perú, aquel de las comunidades serranas y selváticas, Perú Rural, sincero, más puro, donde la Pascua de Natividad es el día de la adoración al Niño Jesús o Manuelito, día tanto de contrición como de multicolor jolgorio porque honrado al hijo de María también se canta y se baila, en alegría compartida, bajo el cielo estrellado, en campo abierto, tal vez en medio del barro si es que acaso llegaron las lluvias.
Fiesta de la chicha, del cañazo y del alcohol; de los negritos, de las wailías, de los danzantes de tijeras, de las pandillas. Fiesta de varios días que en la lejana comunidad se prolonga a veces hasta la bajada de Reyes, el 6 de enero.
Fiesta en medio de la cual, con el advenimiento del Año Nuevo la comunidad india cambia o confirma a sus autoridades locales, a los varayoc, a los tenientes, a los gobernadores y jueces, porque en ellas la democracia, la auténtica y verdadera democracia, jamás ha dejado de funcionar, año tras año, desde tiempos inmemoriales, desde que el tambor-huacctana convocó la primera vez a la asamblea de la aldea para nombrar a quienes tendrían bajo su responsabilidad el orden local durante un año, o la conducción de la lucha contra los opresores o simplemente la jefatura de la dura lucha por la supervivencia.
En nuestros caseríos y aldeas andinas y amazónicas, pese a la dura realidad de hoy, de seguro no faltará un Manuelito, ni la humilde capilla, ni los cuetes de indios, ojalá tampoco la lluvia, el barro, la chicha y la alegría, alegría sincera en medio de penas, porque los comuneros, con una sinceridad que es difícil hallar en el área
urbana, honrarán reverencialmente el advenimiento del Mesías, al igual que el tiempo nuevo que incontestablemente esperan.

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